Octubre 3 de 1932
En forma inesperada y absurda se ha publicado la encíclica "Acerba Animi", cuyo tono no nos extraña, por haber sido característicos del Papado los procedimientos llenos de falsedad en contra del país. Al protestar en contra de las leyes que se conceptúan opresoras de la libertad de la Iglesia, incita abiertamente al claro de México a que desobedezca las disposiciones en vigor y a que provoque un trastorno social, dentro de la eterna obra del clero que no puede resignarse a perder el dominio de almas y la posesión de bienes terrenales, mediante las cuales se tuvo en completo letargo a las clases proletarias que eran explotadas impíamente.
México entra ahora en un verdadero período de instituciones y de Gobierno estable, de progreso y adelanto, y no permitirá que se inmiscuya en asuntos del Estado una entidad a la que no se reconoce existencia dentro de nuestros principios legislativos, que establecen la separación absoluta de la Iglesia y el Estado.
El Gobierno actual, emanado de la Revolución, entre cuyos principios se encuentra la liberación espiritual del pueblo y su desfanatización, cuenta con todo el apoyo de las masas del país que no pueden tolerar el dominio de un poder extraño.
Respondiendo a la abierta incitación que se hace al clero para provocar agitación, declaro que a la menor manifestación de desorden, el Gobierno procederá con toda energía y resolverá definitivamente este problema que tanta sangre y sacrificios ha costado a la Nación.
Soy respetuoso de la libertad de creencias que establece la Constitución de la República, pero no puedo tolerar que quienes no saben hacer honor a su propia religión, utilicen los bienes de la nación para hacer una campaña de hostilidad al Gobierno, y por lo tanto, estoy resuelto a que si continúa la actitud altanera y desafiante a que se refiere la reciente encíclica, se convertirán los templos en escuelas y talleres, para beneficio de las clases proletarias del país.
A. L. RODRIGUEZ. Presidente de la República.
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